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(o la puerta… para mis vecinas)

Es curioso, ha sido bajar la temperatura en la calle y ya he comenzado a recibir las primeras visitas de mis VABAM (Vecinas Al Borde de un Ataque de Moho). La semana  pasada, por ejemplo. Era tarde y yo ya estaba en casa en modo “maruja” con mi chandal, mis pantuflas, mi moño… cuando de repente sonó el timbre de la puerta (din-don). Abro y delante de mi estaba una completa y sonriente desconocida: “¡Hola! Soy la vecina de enfrente. Bueno, no vivo aquí, mi piso está alquilado. El caso es que las vecinas de al lado me han dicho que tu también tenías un problema de humedades y que hiciste obra para solucionarlo. ¿Me puedes enseñar lo que hiciste?”, me soltó así, a la velocidad del rayo, al tiempo que se metía en mi casa (a mi sólo me dio tiempo a decir, “buenas noches”).

, Llega el frío. Se abre el consultorio

Con la vecina pegada a mis talones, comencé el tour por mi vivienda:
– “Aquí la cocina, aquí el salón y aquí la habitación donde estaba el moho.
-¿Y qué hiciste tu para arreglarlo?
– Aisle.
– ¿Aislaste?
– Sí. Piqué los tabiques y metí lana mineral con barrera de vapor. Era la única manera de terminar con el moho y la humedad y, la verdad, lo conseguimos. ¡Y ahorramos! El invierno pasado no tuvimos ni un sólo episodio de condensación en las paredes o en las ventanas, y, además, al tener la casa más abrigada, el gasto total en calefacción fue menor.”
– ¡Anda! ¿Te importa pasar a mi casa a ver qué te parece que puedo hacer?”

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Y allí que me fui con ella para ver en qué consistía su problema (bueno, y para cotillear, a ver si su piso estaba mejor que el mío). Según me estuvo contando, el principal problema de humedad lo tenían en el salón, donde habían integrado la terraza al comedor, y en la habitación principal. Hasta el punto, que los últimos inquilinos habían dejado el piso por el moho. 
En ambos casos había optado por soluciones paliativas “y económicas, porque el piso es para alquilar y no me quiero gastar mucho”. Así, había instalado un canalillo por la parte interior de las ventanas, para evitar que el agua generada por la condensación gotease por las paredes, y había “forrado” las vigas de la habitación con fibra de vídrio. El resultado… nulo. La humedad y las desagradables manchas de moho seguían apareciendo.

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-“¿Y crees que haciendo lo mismo que tu lo voy a solucionar?”, me preguntaba, “porque hay otros vecinos con el problema y todo lo que han hecho para arreglarlo no ha funcionado, o no del todo: una vecina ha taladrado su pared para abrir «respiraderos» y otro ha recurrido a una máquina antihumedad… Además, de que se han gastado mucho dinero”.
Y mi respuesta, como siempre, la consabida “la mejor solución sería rehabilitar la fachada de todo el edificio, la verdad. Con eso conseguiríamos evitar problemas de humedad y todos los vecinos ahorraríamos dinero. Además, ahora hay ayudas y rebajas fiscales si mejoramos la calificación energética de las viviendas… Pero si no, lo mejor es aislar la vivienda, ¡y que te lo hagan buenos profesionales!”

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Cuando salí de su casa ya tenía una convencida más de las ventajas del aislamiento, además de una nueva aliada en la próxima junta de vecinos.