#Díasinruido
¡Qué >ganas tengo de tener mi casa aislada! Y no sólo para mi factura del gas, que también. En casa estamos ansiosos por dejar de oír los molestos ruidos de la calle: coches, autobuses y camiones; bomberos, policía y las ambulancias; niños (y no tan niños) que juegan en la calle; las terrazas en verano y los bares en invierno… ¡Las fiestas! Los maratones populares, las manifestaciones, el chatarrero, el tapicero y los vendedores de frutas, verduras, hortalizas… (y así podría estar horas).
Y es que, para mi desgracia, mi calle no es tranquila. Vivo en un populoso barrio, de un gran distrito, en una enorme ciudad y el ruido es una constante en mi día a día.
Sin ir más lejos, el sábado, a las 9’00 de la mañana, la Junta de mi distrito decidió que sería muy buena idea permitir que una serie de bandas de música desfilaran durante dos horas por la avenida principal del barrio tocando toda suerte de marchas militares, ¡una delicia!
Por este motivo, cuando comenzamos a mirar los materiales que queríamos emplear en la obra de rehabilitación de nuestra vivienda tuvimos claro que la lana mineral iba a ser nuestro mejor aliado. ¿Por qué? Porque además de evitar las fugas de calor en invierno y mantener mi casa fresquita en verano, es uno de los pocos materiales que también ofrece aislamiento al ruido.
Según nos explicó el especialista que nos va a hacer la instalación, y al que hemos frito a preguntas, la lana mineral, debido a su proceso de fabricación, tiene un aspecto similar al del fieltro grueso: es decir, un poco filamentosa, flexible y bastante densa, sin llegar a ser compacta. Estas características provocan que cuando las ondas sonoras penetran en ella se amortiguan, haciendo que el sonido llegue al otro lado con menor intensidad.
¿Cuánto más densa la lana mejor?
Esta misma pregunta le hicimos nosotros al especialista (ya os he dicho que está harto) y la respuesta fue no.
Al parecer, a la hora de elegir el tipo de producto que mejor se ajuste a nuestras necesidades, debemos tener en cuenta dos características: la rigidez y la resistividad al flujo del aire. Los materiales muy rígidos no son buenos aislantes acústicos, por este motivo, si el material es muy compacto puede perder flexibilidad lo que arruinaría su eficacia para proteger de los ruidos.
En cuando a la resistividad al flujo del aire, se nos indicó que para lograr un aislamiento adecuado debíamos fijarnos en que el material marcase unos valores superiores a los 5kPa/m2.
Todavía nos queda por delante una ardua tarea visitando grandes superficies profesionales e investigando otros mil aspectos más. Lo que sí tenemos claro es que mejorar el aislamiento acústico de nuestra vivienda no es un capricho, es una decisión responsable y muy saludable, ya que nos ayudará a que nuestra casa sea un lugar de descanso, lejos del estrés de la calle.
¡Por cierto, hoy es el #Díasinruido!