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(y te impide disfrutar de la cena de Navidad)

¿Alguna vez habéis sentido un escalofrío en vuestra espalda? Como si una mano muy fría la recorriese de arriba a abajo y de abajo a arriba. Yo los noto cada vez que me toca cenar en casa de mi suegra en Navidad.
Noooo, no penséis mal (bueno, un poco sí). Este escalofrío del que os hablo no tiene nada que ver con mi adorada suegra, la madre de mi esposo, la futura abuela de mis nietos. La señora que me examina con  esos potentes rayos X que ella llama ojos, para encontrarme un fallo cada vez que me ve («estás más gorda», «estás más flaca», «que mala cara», «tienes ojeras», «eso es que no descansas bien», etc., etc., etc.). La misma que después cambia la mirada a modo rayo láser para ajusticiarme por haberle robado a su «hijito del alma», para finalizar con el programa «te perdono la vida» y cederme el paso a su vivienda para disfrutar (ejem) de la cena.

, Ese frío que te recorre la espalda

Mi adorada suegra, la madre de mi marido, la futura abuela de mis hijos… (Fotograma de la película La Madre del Novio)

No, no tiene nada que ver con eso…
El escalofrío del que os hablo es más físico, más mundano; es el que siente todo comensal que debe sentarse al final de una larga mesa, en el extremo más alejado de la cocina, en el sitio que está pegadito a la pared que da a la calle. ¿A que os suena?

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La larga mesa de Navidad puede ser muy fría (Imagen: blog.hola.com)

Que levante la mano la persona que, en medio de la cena de Navidad, con la abuela rascando la botella de anís y el tío Paco cantando a voz en grito «Ande, ande, ande la Marimorena», no ha tenido que levantarse a por una rebequita (en el caso de las chicas, que en estas fechas nos ponemos muy finas) o un jersey (si eres un macho de pelo en pecho). Y todo porque, de manera inexplicable, en esa zona de la mesa la temperatura baja varios grados, ¿habrá que llamar a Cuarto Milenio?
¡Tranquilos, la explicación es mucho más sencilla! Seguro que todos recordáis del colegio el porqué los globos aerostáticos vuelan: el aire caliente pesa menos que el frío y eso hace que se eleven. Bueno, pues eso es más o menos lo que pasa.

Cuando calentamos una casa con un aislamiento insuficiente o nulo se generan dos zonas diferenciadas: una superior, de presión alta, que hace que el aire climatizado y calentito se escape, y una zona inferior donde la baja presión hace que ese aire frío de la calle entre y nos enfríe los pies, la espalda. Pero es que, además, ese no es el único problema. Este trasiego de aire frío y aire caliente obliga a nuestras calderas y bombas de calor a trabajar más de la cuenta, por lo que el consumo de calefacción se dispara. Eso, por no hablar de los temidos problemas de condensación que llevan a la aparición de moho y otros visitantes indeseados.

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Por aquí se nos escapa el calor. (Imagen: www.veranoinstalaciones.com)

¿Cuál es la solución? Evidentemente el mejor remedio es aislar la vivienda, evitando esas diferencias de temperatura y ahorrando en calefacción. En el mercado podemos encontrar materiales de alta calidad, sostenibles, eficientes y muy saludables con los que mantener nuestra casa en óptimas condiciones de ahorro y confort.
Es evidente que para estas fiestas no llegáis, pero ¿por qué no ir preparando vuestros hogares para celebrar unas Navidades más confortables y calentitas el año que viene? ¡Feliz Navidad!