(y que te toca descubrir sobre la marcha)
Antes de comenzar tengo que decir que, pese a todo, estamos encantados con el resultado de la obra. Es maravilloso llegar a casa y ver que el termómetro no supera los 22 grados, y tocar las paredes y notarlas frescas. ¡He dejado una mantita para echarme la siesta en el sofá! Con eso lo digo todo.
Sin embargo, eso no cambia el hecho de que una obra es como una montaña rusa: comienzas de “subidón”, para lanzarte de lleno a una maraña de altibajos, giros, trompos y trompetas, bucles sin fin y llegada en tromba, con su foto de llegada incluida.
Y entre tanta bajada y tanta subida, además de aprender el valor de inspirar y expirar, siempre descubres cosas que nadie te había contado o que tú no te querías creer.
Sabes cuándo empieza… ¡pero no cuando termina!
Ya te pueden jurar y perjurar; prometerlo por Dios, por su madre o por Snoopy e incluso llegar a “verdad verdadera, palabrita del Niño Jesús (sin “cruci”). En una obra siempre se sabe cuando se empieza, pero difícilmente cuando acaba.
En mi caso, como ya sabéis, la cosa comenzó sobre ruedas y circulaba a velocidad de crucero hasta que tuvimos el pequeño tropiezo con la barrera de vapor. Después recuperamos el ritmo, pero los remates finales (que siempre son los más complicados) han sido los que han hecho que la reforma se alargue una semana más.
El presupuesto es orientativo.
En definitiva, una pequeña lista que va creciendo día a día que te puede llegar a incrementar el presupuesto de la obra en un 10 e incluso un 20%.
Tu casa es zona de guerra y siempre hay daños colaterales.
Puedes guardar tus pertenencias en cajas, bajo siete llaves y con un dragón custodiándolas; puedes proteger tus muebles con telas, con plásticos o blindarlos; puedes tapar los marcos de las puertas, sellar los armarios, cubrir el aire acondicionado… Puedes intentarlo todo, pero debes asumir que una vez que la piqueta ha entrado por la puerta, es inevitable que alguien salga herido. ¡Y por suerte, no es el albañil!
En nuestro caso, han causado baja dos enchufes, una alógeno, varios libros y la esquina de una mesa.
Lo barato te puede salir caro.
¡Y lo más importante de todo! Por encima de cualquier cosa, no debes olvidar que lo barato te puede salir muy caro. Es tu casa, así que te merece la pena contar con materiales de calidad y, sobre todo, buenos profesionales acreditados que conozcan la materia y trabajen de forma seria y responsable. Un buen profesional te puede ahorrar disgustos, tiempo y, aunque no os lo creáis, mucho dinero.