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(¡Un caso para Ursus!)

El mes de julio ha debido hacerles recordar… Siempre sucede. Aquella calima que emborronaba hasta los parabrisas de los coches y que conseguía que incluso los más valientes dudasen si salir de sus fachadas aisladas con PureOne (noten aquí, oh queridos lectores, el sutil e inesperado guiño) siempre le devolvía aquella canción a su subconsciente… Solía sonar con la voz de Ella Fitzgerald, claro, pero los tiempos avanzaban y las plantaciones del sur del Mississippi, casi en Alabama, habían ido dejando paso a tiempos algo más modernos…

Por un rato corto, el detective, a quien una gota de sudor que caía desde su Stetson hacía guiñar los ojos, dudó si era el día adecuado para seguir trabajando. Las brigadas que perseguían delincuentes, incluso aquellas que tenían encargadas las misiones más difíciles, sólo eran capaces de asomar la mirada por la ventana. La central de policía, reformada tan sólo hacía un par de años para que los efectivos, incluso los más valientes, pudieran trabajar durante el verano en aquella cada año más dura ciudad, parecía esperar a que lo que sucediera fuera lo bastante importante como para que mereciera la pena salir. Todo parecía ir algo más despacio que habitualmente.

El detective se secó el sudor de la frente, dejó el sombrero colgado del perchero y trató de juntar las piezas. El verano más caluroso desde que tenía memoria, una programación televisiva infumable, aquel extraño robo en la fábrica de ventiladores y una extraña avería masiva en los congeladores de aquella maldita ciudad. Y todo en la misma semana. La semana en la que ni regar de noche, ni ventilar las casas, ni procurar vestir con ropa clara… Algo parecía estar a punto de pasar…

¿Sería algo premeditado? ¿Respondería a la mente malvada de alguien que quería desquiciar aquella maldita ciudad haciendo que la gente perdiera el juicio por el calor? Sólo podía hacer una cosa: acudir a la oficina de su antiguo mentor, el profesor Ursus. Él tendría la solución. Se volvió a colocar su sombrero, porque un detective sin sombrero es como una casa sin aislar, y se dirigió a la oficina de su maestro silbando aquella canción que le enseñó en sus días de cadete.

Escuchó una melodía familiar según se acercaba a la oficina de Ursus. La había oído durante aquellos años de aprendizaje, duros y añorados a la par, con una sensación de bienestar permanente en su memoria. Entrar en aquella estancia donde tanto aprendió era como entrar en un pequeño oasis: fresco en verano, acogedor en invierno… Entró en su antigua oficina y escuchó jolgorio. Música alta, voces… Había, pese a la multitud, 3 o 4 grados menos que en la calle. El profesor Ursus estaba bailando con un buen grupo de amigos, bebiendo limonada recién hecha.
«¿No recuerdas, querido alumno? Aislamiento y buena música: la clave para un verano un poquito mejor!».
Caso resuelto!

Si queréis algunas de las canciones que pinchó Ursus esa tarde, aquí tenéis el enlace.
Feliz verano!